Mi niñez estuvo llena de aventuras, invención y ternura.  Sin embargo, estos maravillosos momentos no erradicaron la cruel realidad económica por la que pasaba mi familia.  Una madre

sin esposo, sin empleo, sin una cuenta bancaria a la cual acudir y con la gran responsabilidad de sustentar a sus cinco hijos pequeños que gritaban por alimentos.

Recuerdo a mi madre hacer dulces para luego venderlos, visitar el colmado de Don Lorenzo para que le concediera créditos y en  momentos extremos y de desesperación, pedir ayuda algunos de sus familiares más cercanos, con el fin de conseguir algunas viandas para prepararnos alimentos. 

Con todo esto, los alimentos siempre estaban en la mesa a las 12:00 pm y nunca fuimos a la cama sin que nuestro aparato digestivo tuviera trabajo que realizar.  La fe inmensa de mi madre ante el Dios creador, era notoria y su ardua diligencia era constante.

En la actualidad tengo mi familia, la que Dios me ha dado: Mi esposa  Jaqueline,  mi hijo Jackgil y mi hija Jagilsa y gracias a Dios, ellos no han transitado por momentos de precariedad por lo cual pasamos mi madre, mi hermano y hermanas.  Todo esto me trae a la memoria las palabras de Dios, por medio del rey David en el Salmos 37:25 que dice: “Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan.”

Si en esta ocasión estas pasando por momentos difíciles: no tienes empleo, te falta pan en la mesa, tienes dificultades con tu salud o simple mente no le encuentras sentido a tu vida. Recuerda que las promesas del Señor están ahí disponible, para todos aquellos que creen en El.  El ha prometido estar con nosotros todos los días de nuestra existencia y hasta el fin.  El solo requiere de  nosotros que nos esforcemos y seamos valientes y promete estar con nosotros en todas las cosas que empredamos. Esto es más que suficiente para seguir adelante.

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Dios te Bendiga, tu hermano y amigo:

 Gilberto  A. Martínez